Jorge Ayala Blanco asegura que la actual sociedad vive en el tiempo de la hipermodernidad y que la posmodernidad, es decir, la vieja modernidad de los años 90 quedó atrás.

«La hipermodernidad es el último círculo de una espiral que nos abarca a todos y esto mismo se refleja en la cinematografía de nuestro tiempo», dijo el crítico de cine durante la charla que sostuvo con el periodista Homero Gibrán Bazán, en el ciclo Escritores en La Bodeguita. Literatura del Medio, organizado por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta.

«El cine actual es hipermediático, hipercomplejo e hiperindividualista», dijo Ayala Blanco tras afirmar que los enterradores del arte siempre se equivocan cuando vaticinan el futuro deceso de alguna disciplina.

«El cine se renueva constantemente y tiene la gran posibilidad de reciclar modelos. Ahora vemos que las posibilidades en la unión entre el cine de ficción y el cine documental representan una gran veta».

A modo de sicoanálisis Homero Bazán hurgó en la personalidad del autor de El cine, juego de estructuras (colección Periodismo Cultural de la Dirección General de Comunicación Social del Conaculta), cuyo humor y pasión por el séptimo arte salieron a flote cuando habló sobre su actividad como crítico, especialmente de la famosa demanda que Arturo Ripstein le hizo en 1991.

«Es uno de mis high lights como crítico de cine el que me hayan considerado peligroso. Resulté ser desempleador y por eso me llevaron a los tribunales, por daños morales y patrimoniales, ya que lo dejé sin trabajar dos años. Reconozco que mi culpabilidad fue involuntaria. Ese es el grado de odio que uno puede generar al escribir críticas de cine con un lenguaje abstruso. Lo que ocurrió con todo esto es que me estaban pasando la cuenta por escribir 30 años crítica de cine por la libre», explicó el autor de Herética del cine mexicano, próxima publicación que saldrá al mercado el 1 de octubre bajo el sello de Editorial Océano.

«La crítica es inofensiva pero cuando se ejerce con ironía vulnera el ego de los artistas. Hay varios que tienen problemas de identidad personal y creen que su obra es mejor que ellos. Yo no soy este libro que escribí, el cine no es mejor que la vida; en ese sentido, creo que los artistas son muy vulnerables».

Al preguntar Bazán cuál fue el detonador que despertó esta pasión por el cine, Jorge Ayala Blanco reconoció que su obsesión por desentrañar las películas, por conocer el material y las diversas formas de sus estructuras tiene que ver con su infancia, en especial con el claustro paterno que desde temprana edad lo confinó a ser un auténtico consumidor de cine hasta el punto de coleccionar, aún a la fecha, los programas cinematográficos y los recortes de periódicos.

«Guardaba los programas de la matiné», recordó el crítico de cine para quien el hecho de acercarse al cine significó desde entonces apoderarse de las películas de una manera fetichista. «Antes era posible entrar a funciones dobles o triples. Esa era otra manera de recibir el cine, cosa que me permitió entrar en contacto con una serie de imaginarios y con personajes que escapaban de las realidades».

Desenfadado como siempre, Jorge Ayala Blanco recuerda que antes de cumplir los 13 años descubrió El Fígaro, un periódico de pelados, el típico de deportes y viejas encueradas, gracias a un chofer que llevaba a los niños a una excursión escolar y tenía un ejemplar en su asiento.

En éste, cuenta Ayala Blanco, encontró dos secciones anónimas: Luneta de cuatro pesos y Cuéntame la película, las cuales le fascinaron a tal grado que tuvo que comprarlo clandestinamente y después abiertamente porque esos espacios dedicados al cine eran muy buenos. «Años después me enteré que Efraín Huerta hacía esas secciones».

Jorge Ayala Blanco opinó que nada envejece más pronto que un libro de cine mexicano. Por eso es que se ha dado a la tarea de actualizar de manera constante cada una de sus publicaciones dedicadas al séptimo arte nacional. «Al cine mexicano lo quiero con la ternura con que se le quiere a un hijo tonto».

El crítico cinematográfico inició toda esta serie con La aventura del cine mexicano, luego con La búsqueda del cine mexicano y La condición del cine mexicano. Su intención, asegura, es abordar el tema hasta la «Z», última letra del alfabeto.

Ahora se encuentra en la «H» de Herética del cine mexicano (aunque pensó en ponerle la Hijaputez del cine mexicano), en cuyo libro aborda aquellas películas herejes, como las hechas por Roberto Gavaldón, Carlos Reygadas o Alan Coton (director de Soba, filme que considera el mejor de este sexenio) que a juicio personal del crítico se inscriben en el hipermodernismo y en un nihilismo que obliga a pensar en nuestra condición de depredadores por naturaleza, pero también en nuestra capacidad constructiva.

Ayala Blanco dijo a Homero Bazán, también director cinematográfico del cortometraje Ruta Camus y de la cinta Matar a Steven Spielberg, cuyo rodaje se encuentra en proceso, que antes la crítica no existía como una forma de desentrañar una película. «García Riera ofrecía una manera distinta de enumerar las películas y sus frases me parecen de una idiotez absoluta. Algunos críticos son borderlines y otros bipolares, en particular lo que a mí me gusta es deshacer la película y volverla a hacer a través del lenguaje», concluyó.

Texto Original: José Lara