Category: LOS QUÓMO


Con este cuento participo en el XVI Concurso de álbum ilustrado A la Orilla del Viento, organizado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

 

 

que nos quedamos los que nos quedamos

 

 

Registro INDAUTOR en trámite.

 

Con este cuento participo en el XVI Concurso de álbum ilustrado A la Orilla del Viento, organizado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

 

hay quienes tenemos un tomas

 

 

Registro INDAUTOR en trámite.

Con este cuento participo en el Concurso de cuento infantil SOMOS IGUALES, organizado por la Editorial Porrúa y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED)

 

pupilentes, sanguijuelas y espejos

 

Registro INDAUTOR en trámite.

Estreno: …significado…

POR FIN EL PROYECTO QUE COMENZAMOS A PRINCIPIOS DE AÑO, SE ESTRENA (YO HICE LA FOTO):

 

 

 

 

 

 

Hora
Sábado, 3 de diciembre, 10:00 – 4 de diciembre, 1:00

 

 

 

 

 

 

 
Lugar
Onírico Espacio
Bolivar no. 18, 2do piso Col. Centro

 

 

 

 

 

 

 

¡¡ ESTARA MUSICALIZADO EN VIVO!!!

 

 

 

 

 

http://www.facebook.com/event.php?eid=225239497543464

 

 

 

 

 

 

…significado…

Dirección: FERNANDO REYES

 

 

 

 

 
Fotografía: JORGE RODRIGUEZ

 

 

 

 

 

PRODUCCIÓN: SOBREDOSIS, Llamarada de Petate, Teatro Desde La Nada.

MÚSICA EN VIVO DE: Ramy Beirouty, Miguel Isunza ,Lalo Nieto, Rogelio Ortiz
ARTE: Connie Bonie, gallardo+martz film design, Zarahlena Frohwitter.

ACTÚAN: Ale Reyes, Christian Puig, Alejandro Delgado Blumenkron, Pilar Garibay Quintanilla, Fernando Alvarez Rebeil, Anna Marila, Israel weeks

 

 

 

 

 

*  ¡Después de la proyección la diversión estará a cargo de DJ Mide pipe!

 

 

Un proyecto pedagógico que ando cocinando en compañía de unos amigos.

 

 

LA PUPILA INSOMNE

 

 

Una obra que estoy adaptando de Irenka Girondo, amiga querida. Cualquier sugerencia…

 

 

el paso suspendido

Pocos son los cineastas que no le tienen miedo al actor, al menos en este país. Menos aún los que se disponen a hacer un proceso creativo con ellos, considerándolos co-creadores de la obra fílmica y no herramientas para contar la historia; teniéndolos en cuenta como talento profesional y no ganado; o como diría Antonioni, como un mal necesario.

Y es lógico cuando hablamos de un lenguaje como el cinematográfico, que no necesita forzosamente del actor para transmitir ideas. El lenguaje cinematográfico se basta a si mismo sin necesidad de recurrir a la literatura, al teatro o a cualquier otra manifestación artística. Puede conmover sin diálogos, sin lágrimas en una mujer hermosa o en un niño huérfano, puede conmover sin que la obra concluya en la muerte del anciano querido, aquel que nunca pudo encontrar la paz por no haberse reconciliado con su hijo, quien por otro lado tenía toda la intención de llegar, pero no alcanzo el último barco a su tierra natal, lo que le impidió reencontrarse con su padre…

Esta es muchas veces la razón por la que el cineasta prefiere resolver una escena con la edición o algún otro elemento fílmico: tal vez una música triste de un violín o un contrabajo mientras el hijo se comunica por última vez con su padre por medio del celular que carece de señal, o lluvia sobre la ventana de la casa del padre, todo bajo la luz azul pálida de la luna que contrasta con la de las velas, cálidas, rojizas, en el interior de la habitación, una luz que se va consumiendo, o acaso se podrá resolver con un dolly back que nos haga sentir nostalgia, alejamiento por esta pareja que se separa, esta vez definitivamente. Y así se puede lograr una escena, sin requerir forzosamente de los servicios del actor más que como maniquíes en movimiento, máquinas repetidoras de diálogos y si acaso, que sean capaces de soltar una lágrima convincente cuando se les diga «acción». Es preferible para el cineasta recurrir a estos elementos con tal de no meterse al proceso casi esquizofrénico, casi paranoico que exige el trabajo con actores.

Lejos del método que emplee el actor, lejos de las diferentes teorías (Meyerhold, Artaud, Brook, Barba, Grotowsky, Stanislavsky, Mendoza, etcétera, etcétera), lejos de la propia actitud cliché que se dice de los actores (divas, egocéntricos, volubles, explosivos, ultrasensibles y demás) lo que más le asusta según yo al director de cine, es que la dirección de actores representa un compromiso con otro ser humano para dar vida, crear en carne, acción y hueso a otro ser, un ser de ficción. Y para esto además de tiempo, esfuerzo y compromiso (que siempre decimos no tener aunque nos sobre), es necesaria cierta habilidad (y la paciencia del santo) para poder explicar a cualquier actor (preparado o no, y en caso de haber estudiado, que esté entrenado bajo cualquier método) las circunstancias de la escena, de tal forma que este actor, este artista, está maquina perfectamente aceitada cuyo único instrumento es su cuerpo y lo que hay en su interior, pueda hacer presente al ausente, a aquel que no existe, aquel de quien versa la historia. El problema está en que muchas veces el mismo director no sabe siquiera lo que quiere, mucho menos puede explicarlo razonablemente. Coherentemente. Sin balbuceos, vaya.

Entendamos también que el problema que tiene el espectador que lee primero la novela y después ve la película lo tiene el director en el proceso de filmar: uno puede imaginarse al leer el guión que encender un cigarrillo puede ser un momento muy intenso, el momento del clímax, aquel que resume toda la película, el instante que el cine va a cambiar para siempre; pero al verlo ahí, frente a nosotros, en acción, listo para ser filmado, nos resulta anticatártico, lento, aburrido, carente de vida. La contundencia dramática que teníamos pensada desde el guión con el cigarro que se enciende, no está ahí, no sucede frente a nosotros, y en la frustración es que decidimos pasarle la responsabilidad (esa palabra que es loza pesada sobre los hombros) al actor, para que con levantar una ceja, o hacer un movimiento de la mano cual mago, introduzca la magia donde no la hay.

Al ser nosotros incapaces como directores de explicarle al actor lo necesario en la escena, recurrimos a jalonearlo de un lado a otro del set, a actuarle para que repita nuestros gestos y movimientos, a gritarle, a llorarle, a rompernos las vestiduras, a arrancarnos la camisa, a sudar, a escupir o a divagar por seis horas acerca de la infancia del personaje, tratando de hacerle entender al actor que para el carácter ese puede ser ultimo cigarrilo de su vida, o justificando que ese cigarrilo es la humanidad que se va consumiendo y tanta estupidez de ese tipo que al actor solo lo confunde (si tiene al menos la buena intención de estar haciéndonos caso), le explicamos porqué debe temblarle la mano al encender el cerillo, porque la trémula luz de éste debe estar a punto de apagarse hasta que finalmente logra encender el cigarrilo, y porqué esa luz debe mostrar un brillo muy especial en los ojos, el brillo que nos remite a la infancia del personaje y puras divagaciones sin sentido… y cuando el actor (si no sobreactúa) por fin acciona, volvemos a ese callejón sin salida: no hay magia, no hay vida. Decidimos resolverlo cual «Aronofsky wannabe» con la edición, o con una voz en off profunda que explique la intensidad del momento, o con música electrónica.

Tal vez no nos ponemos a pensar que quizás encender un cigarrilo es sólo encender un cigarrillo, la intensidad está en el contexto, no en la acción.
En el signo.
No es problema de actuación, es problema de dirección. Sin embargo, ante la impotencia por resolver nuestra escena del cigarro decidimos entonces no cometer el mismo error la siguiente vez que se presente la oportunidad y lo que hacemos es traer a un actor probado, que sepamos que enciende cigarros como ningún otro. Que con ese movimiento de muñecas al pasar la cerrila por la lija nos hace sentir que es nuestra propia vida la que se consume. Llamamos a aquel actor que nos va a quitar una presión de encima, que va a lograr que nos preocupemos por una cosa menos al momento del rodaje, un actor que por tener bastante experiencia encendiendo cigarros no necesita hacer procesos largos, no requiere de explicaciones; llamamos al Roberto Sosa del encendido de cigarros, al Demián Bichir, al Diego Luna, al Gael García, al Sánchez Parra (y la lista sigue…) llamamos a aquel actor (o actriz) que resuelve, simplemente resuelve y como en el cine el resultado es lo que importa (el fin justifica los medios) así nos olvidamos de nuestras intenciones utópicas de crear los personajes con los actores.

Pero están aquellos directores que lo intentan una y otra vez. Aquellos a los que les gusta hacer procesos creativos con sus actores, importándoles el fin, pero también el medio. Disfrutando de ese medio. Aquellos directores que les importa el destino, pero les encanta el viaje. Que saben que no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar.

Recién he trabajado con uno, y esa, su intención de trabajar con los actores y hacer procesos creativos con ellos fue una de las tres razones por las que decidí unirme a su proyecto.

La segunda razón debo decir está en la coincidencia. Para entender ésto, hay que considerar lo que dije al principio, de que el cine es un lenguaje que se basta a si mismo sin recurrir a la literatura o a cualquier otra manifestación artística. En los últimos meses he estado trabajando en guiones más influidos por el lenguaje que por la literatura dramática. Más influido por Raúl Ruiz que por Henrik Ibsen.
El guión de «Significado» coincide con esta búsqueda personal, pues es un guión sin conflicto dramático, no obedece a las reglas determinadas por Syd Field, Howard Lawson o las reglas que según se basan en la Poética de Aristóteles. No es un guión dividido en actos, no es un guión con plot points, ni con puntos medios, ni con momentos climáticos, ni anagnórisis, ni catársis.

El guión de «Significado» es un guión con acciones.
Acciones, acciones, acciones. (A diferencia del «palabras, palabras, palabras» literario de Hamlet).
En todas las secuencias suceden cosas, pero el contexto de esos sucesos no es dramático; debe ser entendido a partir de la creación del personaje no del conflicto. Es una historia en la que podría pensarse que no sucede nada, pero en parte es porque los personajes así lo deciden, y éso no es otra cosa mas que la representación de la resistencia del propio cineasta, pues es él el primero que no quiere que suceda nada; su resistencia es búsqueda entonces…

A mi entender, es el guión ideal para ser actuado. Es un guión que permite el proceso actoral, que permite que las reglas sean determinadas por el medio, no por el fin. Por la evolución del proceso, por la búsqueda, por el viaje y no por el destino, determinados por el colectivo y no por la predestinación, por la mente y voluntad creativas de uno sólo.

Quizás es por eso que en algún momento me moleste bastante con algunos de los «actores», por esa visión tan obtusa y limitada de sólo querer brillar y resolver una escena, y no realizar un proceso. De no haber entendido el proyecto, no por incapacidad mental o actoral, sino por pereza, por querer estar en veinte cosas a la vez, por querer hacer las cosas rápido y cumplir, por considerar a su papel, pequeño, insignificante, quizás sin sentido. Pero así mismo, fue que descubrí un par de talentos, Christian Puig y Alejandra Reyes, ante quienes me quito el sombrero por su entrega, su pasión y su tenacidad. Para mi su trabajo fue un remanso de calma en medio de la tormenta, y una motivación para esforzarme, para estar a la altura del trabajo que estaban realizando, para no desistir a pesar de a veces estar agobiado.

Fue un proceso satisfactorio, interesante, que me ha hecho crecer bastante y hoy me hace reflexionar sobre mis concepciones de la actuación, la dramática, el cine y el teatro en general… Le agradezco a Fernando, el autor del proyecto haberme permitido participar en él, muy a pesar de que tengo fama de ser un poco complicado para trabajar.

Considero que hemos hecho algo bastante interesante que aunque para algunos pueda parecerles divagaciones sin sentido, no es otra cosa más que la búsqueda de un cineasta y algunos actores… una búsqueda que sólo es posible hacerse en medio de una dictadura, si consideramos lo que es el cine hoy en día.

Y en ese sentido, cito los postulados (primero fueron postulados por Ariel Zuñiga) de este espacio en el cine signo:

«El espectador se planta ante la forma cinematográfica como si viviera en una ciudad sitiada en donde toda disidencia es traición. Como si la única ambición fuera uniformar, eliminar toda polémica entre versiones opuestas, como si todo conflicto fuese nocivo.

Toda estructura, forma o convención en el cine no son más que una alternativa, un tragaluz que, como dice Burch, lo que hace es sólo dejar pasar una de las múltiples posibilidades existentes.

No creo en el dogma. No creo en la convención. No creo en la vanguardia.
Creo en el cine.

Mi premisa, como cineasta es que mis sueños no sean fabricados por otros. Crear, ser honesto. Considero que la originalidad no existe, es preocupación de analfabetas. Lo importante es el cómo, no el qué… Así, a lo que me dedico es a buscar cómos.

A cada uno de nosotros, el cine que queremos. No hay normas. No hay estructuras. No hay reglas.»

Sin más, el guión de Significado, versión 5, que es la que leí originalmente:

SIGNIFICADO

el lago partido.

el lago partido

Melodrama en dos actos.