Hoy en día el cine es una cultura monolítica: las películas de Hollywood no sólo se porducen en Los Ángeles, sino también en Beijing, Tokio y cualquier otro punto del globo. El cine ha estado sujeto a cuatro tiranías contra las cuales es necesario rebelarnos.

 
PRIMERA TIRANÍA: EL TEXTO
Viéndome pesimista, diría que aún no hemos visto cine de ninguna clase en absoluto; lo que hemos vistos son cien años de texto ilustrado. No importa que te llames Scorses, Spielberg, Wenders, Godard o Tarantino: en el cine, tal y como lo hemos concebido, necesitas un txt antes de que exista imagen. Para mí, esto no basta. Si queremos crear un cine autónomo, capaz de sostenerse por sí mismo, éste será básicamente de imágenes y no de textos, así que tenemos que hacer borrón y cuenta nueva en nuestra manera de concebir las películas.

 
SEGUNDA TIRANÍA: EL CUADRO
Desde el Renacimiento, prácticamente todo el arte occidental ha sido concebido para verse a través de un marco. En Los Libros e Próspero y El Libro de Cabecera intenté al menos fragmentar ese cuadro único en múltiple cuadros más pequeños. Me parece que éste es tan sólo el comienzo de un proceso que aspira a llegar a ser un cine más tridimensional, en el que las salas tendrían pantallas también en el techo, el piso y las paredes laterales.
Burgess dijo en una ocasión que toda novedad automáticamente inventa a sus precursores. La idea del cuadro múltiple se remonta a 1929, con el Napoleón de Abel Gance, intento que de algún modo derivó en un callejón sin salida porque la tecnología aún no era lo suficientemente sofisticada para continuar buscando por ese camino. Desde entonces han habido muchos experimentos sobre el uso de la pantalla múltiple: todos recordamos esas películas de los años sesenta asociadas a la figura de Steve McQueen, como Grand Prix y Sociedad para el crimen. Pero en ellas, la fragmentación del cuadro se hacía más que nada con fines decorativos y sin ninguna organización estructurada. En cambio el lenguaje de la televisión, al que nos enfrentamos cada noche al ver el noticiero, ha jugado a tal grado con las ideas de texto en pantalla, fragmentación del cuadro e imágenes simultáneas, que éstas se han convertido en un lugar común. Lo que sigue siendo raro es ver el mismo lenguaje en el cine. Como dice el refrán: «¿Por qué el diablo siempre tiene que saberse las mejores canciones?»

 
TERCERA TIRANÍA: EL ACTOR
No me parece que el cine haya sido inventado para convertirse en un escaparate de la egolatría de actores y actrices. Hitchcock definió a los actores como ganado; Antonioni como un mal necesario. Yo no sería tan radical, pues no puedo imaginarme cóo sería una película sin actores. En mi opinión el actor debe estar al servicio de las ideas de las películas en su conjunto, como cualquier otro integrante del equipo que colabora en el proceso de creación cinematográfica.
De algún modo el guión es el contrato que existe entre los actores y el director: no hay nada escondido, no hay sorpresas; ahí está escrito todo, incluyendo (lo cual es frecuente en mi caso) escenas de desnudos y situaciones extremas de sexo y violencia. Estoy convencido de que si mi actitud hacia los actores es completamente honesta y abierta, puedo llevarlos a hacer cosas verdaderamente sorprendentes en términos de vulnerabilidad, que quizás les resultarán más difíciles con otros directores.

 
CUARTA TIRANÍA: LA CÁMARA
¡Tenemos que liberarnos de la cámara!Esto suena casi a herejía. El cine se ha basado en el ilusionismo: esa idea de recrear el mundo en las dos dimensiones de la pantalla. Y para hacer este acto de prestidigitación inventamos un artefacto llamado cámara, al que supuestamente utilizamos para representar el «mundo real»… el mundo de allá afuera que, por supuesto, es más emocionante, más peligroso y más fascinante de lo que nunca podremos recrear en el cine. Así que la cámara cinematográfica es esencialmente un aparato de imitación.
En este sentido quisiera mencionar dos citas. La primera es de Picasso, quien afirmó que no pintaba lo que veía, sino lo que pensaba. La segunda es de Eisenstein, a quien yo definiría  como el único cineasta a quien podríamos comprara sin ruborizarnos con Goethe, Shakespear y Beethoven. En su camino a México, éste director pasó por California, donde conoció a Walt Disney y le dijo algo realmente sorprendente: que él, Walt Disney, era el único que realmente hacía cine. La conexión entre estas dos citas salta a la vista: ambas plantean la exigencia de que el cine recomience desde cero, pues en gran medida debido a la cámara, el cine no empezó desde cero sino desde cero punto cinco.
Sin embargo por más pesimista que sea respeto a la forma actual del cine, creo que gracias a las nuevas tecnologías podemos empezar desde donde Eisenstein y Picasso proponían; podemos pasar de largo frente a la cámara imitadora e ir directamente al punto cero para reinventar el cine desde sus cimientos. No obstante, las posibilidades de que esto suceda son bastante remotas: hay demasiados intereses creados en el cine.
Me gustaría hacer una cita más, ahora de mi gran héroe John Cage, quien comentó que si introduces un 20% de novedad en cualquier arte, automáticamenet pierdes el 80% de su público, por lo menos durante 15 años… En lo personal me parece que 15 años es una cifra optimista. Pensemos por ejemplo, que en este final del siglo XX la pintura más apreciada por el grueso del público es la impresionista, que no se generó hace 15 sino hace 150 años.
Mientras hago estas consideraciones retóricas tengo una sonrisa en la cara. y es que debemos de tener muchísimo cuidado, pues la polémica tiene la malísima costumbre de convertirse en dogma.

 
CINE DE IDEAS Y CINE IDEAL
Persigo un cine de ideas, porque éstas son las que dan pie a la realización de una película. Así que mis películas no parten de un suceso, ni de la ilustración de un texto de otra persona, ni de una trama, ni de una narrativa, sino del deseo de disertar sobre un tema dado, de discutir una determinada serie de tesis. En Japón acabo de terminar una película llamada El Libro de Cabecera, cuyo motor inicial fue precisamente esa idea que mencioné antes: que hasta ahora el cine se ha basado en el texto y no en imagen. A partir de esta propuesta simple y básica, pero que me provoca una gran ansiedad, tuve que encontrar formas de confabular todos los demás elementos del vocabulario fílmico para apoyar mi concepto.
En cuanto al medio ideal o el formato ideal para desarrollar las ideas que me gustaría tratar en el cine, por desgracia aún no existe la tecnología necesaria para inventarlo. Pero para que tengan una idea de cómo se vería éste cine utópico, imagínense CD-ROM en Omnimax. En efecto: yo (y espero que ustedes también) estoy fascinado con los CD-ROM y sus enciclopedias infinitas, que pueden ser increíblemente interactivas; creo que mis películas tienen mucho que ver con la realización de enciclopedias. Pero también disfruto enormemente la experiencia del cine cuando la pantalla es más grande y ruidosa que yo. Para mí sólo hay una buena butaca en cada cine: aquella desde donde se tiene el mismo punto de vista que el camarógrafo de la película. De modo que mi experiencia cinematográfica ideal consistiría en estar sentado en esa butaca, en un cine completamente vacío, viendo CD-ROM en Omnimax.
Me temo que pasarán por lo menos cincuenta años antes de que podamos hacerlo.

 

Fragmentos de la plática que Greenaway sostuvo en la Cineteca Nacional el 16 de junio de 1997.